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Comentarios del libro "Retén el beso: Lecciónes breves sobre el amor." de Massimo Recalcati.


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Hay cosas en la vida que atribuimos al azar o a la fortuna, pero que, si lo pensamos bien, están profundamente conectadas con nuestro inconsciente. Creo que eso es lo que me llevó por los pasillos de las librerías, caminando sin rumbo, dejándome guiar por las portadas, los títulos, las sinopsis de contraportada. Así puedo pasarme horas. Pero hay libros con los que uno simplemente conecta —como si te eligieran a ti— y que, sin previo aviso, te cambian la vida. Me pasó con La vida está en otra parte, de Milan Kundera; con Filosofía para inconformes, de Óscar de la Borbolla; y con Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago. Esta vez fue el turno de Retén el beso: lecciones breves sobre el amor, de Massimo Recalcati.


La primera impresión que me provocó el título fue ambivalente. ¿Cómo es que un psicoanalista puede dar “lecciones sobre el amor”? Eso parece ir en contra de toda la epistemología del psicoanálisis. Sin embargo, pronto comprendí que no se trataba de un manual ni de consejos para amar, sino de una problematización seria —y bellamente escrita— sobre un afecto que nos atraviesa a todos y que, hoy más que nunca, parece estar en crisis. Más allá de las estadísticas, basta mirar a nuestro alrededor para advertir que las relaciones amorosas son cada vez más efímeras y superficiales. Pocas parejas logran mantenerse en el tiempo como sucedía en otras épocas. ¿Por qué ocurre esto? Esa es una de las preguntas que se formula el autor. ¿Cómo nace una relación de Dos? ¿Cómo se sostiene en el tiempo o llega a su fin?


Recalcati aborda estos temas desde una lectura psicoanalítica que va desde el enamoramiento narcisista hasta el "amuro", pasando por los celos, las infidelidades, la llegada de los hijos, y la tensión constante entre el deseo y el amor.


Desde Freud, nos recuerda que el padre del psicoanálisis no era precisamente un entusiasta del amor. Lo miraba con sospecha, especialmente en su forma más idealizada. Freud sostenía que muchas veces el enamoramiento se apoya en la imagen narcisista del yo: amamos al otro porque se parece a nosotros, porque representa lo que deseamos ser o porque tiene algo de lo que carecemos. Pero este tipo de amor —fundado en la ilusión de completud— está condenado al desencanto. Tarde o temprano, el otro dejará de cumplir con nuestras expectativas y aparecerán esas zonas que no nos son gratas. Ahí nace la decepción: no porque el otro haya cambiado, sino porque nunca lo vimos completo.


Además, Recalcati plantea que, aunque el amor pueda sentirse como algo nuevo, muchas veces es solo una reactualización de vínculos pasados. El rostro del otro se confunde con el de una madre o un padre idealizado. Huele a novedad, pero es repetición. Por eso el amor narcisista suele estar destinado al fracaso: porque busca una completud imposible. Desde esta perspectiva, amor y deseo parecen excluirse con el paso del tiempo. Cuando predomina el amor, el deseo se diluye en lo familiar. Y cuando arde el deseo, a menudo se debilita el amor. Si lo pensamos desde la pulsión, el objeto del deseo es siempre variable; cuando se agota, se busca otro. El deseo, para renovarse, exige novedad, y esta parece incompatible con la rutina de lo duradero.


Y sin embargo, no todo está perdido. Aunque esta lectura puede parecer pesimista, Recalcati también nos ofrece otra mirada. Retoma a Lacan y la noción de agalma: ese brillo particular que hace del otro un objeto de deseo singular, irreductible a cualquier lógica. Ese algo que nos atrapa sin que sepamos bien por qué.


La mirada del otro, por ejemplo, nos da reconocimiento y, con él, la sensación de existir. Amar no es solamente ver lo que me gusta del otro, sino también lo que no tiene nada que ver conmigo. Lacan hablaba del amuro, una combinación entre “amor” y “muro”: el reconocimiento de que en el otro hay algo siempre inaccesible. Amar, en ese sentido, no es fundirse ni completarse, sino construir algo entre dos, sabiendo que siempre habrá un resto que no se puede conocer.


Recalcati lo dice de forma preciosa: amar es hacerlo en nombre propio. No para que el otro nos complete, sino para acompañarlo en su angustia, en su dolor, en su historia. No para eliminar su malestar, sino para estar ahí, al lado.


Amar es también estar dispuesto a explorar el misterio del otro, sabiendo que nunca se podrá saber todo. El autor sugiere que la única educación sexual verdaderamente valiosa sería enseñar a tratar al otro como a un libro: no para consumirlo o apropiarse de él, sino para descubrirlo en cada encuentro. Ver al otro como un libro significa aceptar que cada lectura revela algo nuevo. Y que ese asombro renovado es, quizás, la clave para mantener vivo el deseo, sostener el amor y, con un poco de suerte… retener el beso.

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