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Fantasías inconscientes y resistencias en los procesos de pérdida de peso.





A lo largo de los años que he trabajado con personas que desean bajar de peso y mejorar sus hábitos alimenticios, siempre me encuentro con dos complicaciones clave en el proceso. Estas dificultades no están necesariamente relacionadas con el conocimiento consciente sobre qué comer o cuándo comer, sino que radican en mecanismos anímicos más profundos, impulsados por deseos y resistencias inconscientes. En otras palabras, son barreras que van más allá de la simple voluntad y entran en el territorio del ánimo.


Apego al plan: La pulsión alimentaria como descarga.


La primera gran dificultad está relacionada con el apego al plan alimentario. Es común que, aunque una persona entienda cognitivamente qué debe comer y en qué horarios, se enfrente con la imposibilidad de seguir el plan. Este comportamiento no necesariamente responde a la sensación de saciedad o hambre biológica, sino a la pulsión, una fuerza interna que el sujeto no puede controlar conscientemente. El acto de comer puede funcionar como un mecanismo de descarga emocional o pulsional frente a tensiones internas que no logran identificarse claramente.


Aunque una persona llegue a reconocer estos mecanismos, el simple hecho de hacerlo consciente no implica que pueda detenerse de inmediato. Aquí, Freud nos recuerda que la pulsión no es domesticable mediante la razón o la pedagogía. En este sentido, ofrecer otras vías de descarga, como la verbalización en terapia, el ejercicio físico o la participación en actividades motrices, puede ser útil, pero nunca es una solución absoluta. El proceso es complejo y requiere un trabajo sostenido.


La fantasía de identidad en un cuerpo con sobrepeso.


Una vez superada la primera etapa, nos enfrentamos a lo que considero la resistencia más compleja en estos procesos: las fantasías inconscientes que emergen cuando los resultados de la pérdida de peso comienzan a notarse.


Una de las fantasías más comunes tiene que ver con la identidad. Cuando una persona ha vivido con obesidad durante un largo período, su identidad se construye alrededor de ese cuerpo, aunque de manera inconsciente. Este cuerpo ha sido parte de su autoimagen durante años, e incluso puede convertirse en un refugio emocional. Al perder peso y ver un cuerpo diferente en el espejo, la persona puede experimentar una sensación de extrañeza e incluso angustia. Aquí no hablamos de un trastorno de dismorfia corporal, sino de una angustia existencial más profunda: una sensación de desintegración del "yo" tal como lo conocemos.


La angustia de desintegración yoica se presenta cuando la imagen corporal que se ve en el espejo deja de coincidir con la identidad interna. El "yo" tiene la función primordial de protegernos de la angustia, y una amenaza a esta coherencia interna puede sentirse, en términos simbólicos, como una "muerte" de una parte de nosotros mismos. En este caso, la pulsión hacia la comida no es para satisfacer una necesidad biológica, sino para restaurar la imagen y el estado físico que brinda seguridad y consistencia al "yo". De este modo, el cuerpo con sobrepeso actúa como un bastión que permite la homeostasis anímica, impidiendo el cambio.


El cuerpo como barrera frente al deseo del Otro.


Otro aspecto importante es la relación entre el cuerpo y la mirada del Otro. En muchos casos, el sobrepeso ha funcionado como una defensa ante el deseo de los demás, protegiendo al sujeto de sentirse vulnerable. El cuerpo puede haber sido utilizado como un escudo frente al deseo ajeno, especialmente si hay experiencias previas de abuso o situaciones en las que el cuerpo delgado fue objeto de deseo o peligro.


Cuando la persona comienza a perder peso, la atención que recibe del Otro puede volverse amenazante. Esto puede activar fantasías persecutorias, donde el cuerpo delgado es visto como más expuesto, más deseado, y por tanto, más vulnerable. La respuesta inconsciente a esta situación es recuperar el peso perdido como una forma de "afear" el cuerpo nuevamente y evitar las miradas incómodas o el riesgo de ser objeto de deseo no deseado.


En estos casos, el sobrepeso ya no es solo una cuestión de identidad, sino de supervivencia anímica. Es una estrategia para mantener al Otro a distancia, para sentirse a salvo del peligro percibido que podría venir de las relaciones con los demás. El cuerpo actúa como una armadura que protege al individuo de convertirse en víctima del deseo o la agresión del Otro.


La importancia del trabajo terapéutico.


Estas dos fantasías son muy comunes en los procesos de pérdida de peso, y si no se abordan adecuadamente en un espacio terapéutico, es probable que el sujeto presente resistencias considerables al momento de mantenerse en un peso saludable. La psicoterapia es fundamental para ayudar al individuo a reestructurar su relación con su imagen corporal y la mirada del Otro. Si no se trabaja esta dimensión inconsciente, el sujeto podría revertir los avances, regresando a los viejos hábitos como una forma de restablecer ese estado de homeostasis patológica sobre el cual se sostiene su "yo".

El cuerpo no es solo una entidad biológica; es también un territorio anímico en el que se despliegan deseos, miedos y fantasías. En los procesos de pérdida de peso, entender y abordar estos mecanismos inconscientes es crucial para evitar que las resistencias derroten el progreso.

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