top of page

Una dieta equilibrada y la escucha terapéutica en el TDAH: por qué el vínculo cuerpo-mente importa

ree

El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) suele presentarse, en la descripción clásica, como una tríada de inatención, hiperactividad e impulsividad. Sin embargo, su complejidad rebasa con mucho la conducta observable. La investigación en neurociencias ha mostrado diferencias marcadas en la corteza prefrontal y en los circuitos dopaminérgicos—regiones implicadas en la regulación de la emoción y el control ejecutivo—que contribuyen a la forma en que la persona se concentra, planifica o responde ante la frustración. Dejar el fenómeno únicamente en lo biológico, no obstante, sería reduccionista: la historia personal, el ambiente familiar y la manera particular de tramitar el malestar psíquico determinan tanto el modo en que el TDAH se manifiesta como la vivencia subjetiva que le acompaña.

Desde esta perspectiva ampliada, la nutrición adquiere un papel modulador que rara vez se menciona con la hondura que merece. No hay evidencia que señale a la alimentación como causa del TDAH, pero sí resulta claro que los patrones dietéticos inciden en la intensidad de los síntomas. Dietas ricas en verduras, frutas, proteínas de alto valor biológico y grasas saludables—muy semejantes al patrón mediterráneo—se asocian con mejor control de la impulsividad y una atención más sostenida. Cuando existen deficiencias de hierro, zinc, magnesio, vitamina D u omega-3, la severidad de la sintomatología tiende a aumentar y la respuesta al tratamiento farmacológico puede volverse más pobre. Esto ocurre porque los micronutrientes son materia prima para la síntesis de neurotransmisores y para la correcta conducción de los impulsos nerviosos; sin ellos, un cerebro que ya trabaja con menor eficiencia regulatoria queda literalmente “sin ladrillos” para construir sus procesos.

Por el contrario, la ingesta habitual de ultraprocesados, colorantes artificiales y azúcares refinados puede exacerbar la inquietud motriz y la reactividad emocional, sobre todo en personas con cierta susceptibilidad genética o metabólica. Reducir ese tipo de alimentos no implica instaurar prohibiciones drásticas—que suelen fracasar y generar más ansiedad—sino acompañar al paciente en un proceso de sustitución gradual y consciente, donde la comida deja de ser un detonante de síntomas para convertirse en un recurso de cuidado personal.

El psicoanálisis, por su parte, aporta un marco para entender el TDAH más allá del “déficit”. La hiperactividad puede funcionar como descarga de angustias que el sujeto no logra simbolizar; la dificultad para sostener la atención a menudo señala un conflicto interno que captura la curiosidad hacia dentro, opacando el interés por la tarea externa; la impulsividad, finalmente, puede ser una vía para mantener la cohesión yoica ante el vacío afectivo. Trabajar con la palabra y con los lenguajes simbólicos —incluidos el juego, el dibujo o la libre asociación— permite ligar esa excitación corporal a una narrativa propia, de modo que el impulso a actuar deje de ser la única salida posible frente al malestar.

Cuando la dieta adecuada y la escucha analítica se combinan dentro de un mismo proyecto terapéutico, los resultados suelen ser más sólidos y sostenidos. Una alimentación rica en proteínas, ácidos grasos esenciales y micronutrientes regula la neuroquímica que el medicamento intenta estabilizar; la terapia ofrece un espacio constante donde el fallo atencional se piensa en lugar de juzgarse, y el establecimiento de horarios de comida, así como de un setting analítico semanal, aporta la rutina y la predictibilidad que las funciones ejecutivas agradecen. A la larga, este abordaje integral reduce la probabilidad de comorbilidades como el sobrepeso, la ansiedad o la baja autoestima, frecuentes tanto en niños como en adultos con diagnóstico de TDAH.

ree

En Nutrimental trabajamos precisamente en esa sinergia. Comenzamos con una evaluación conjunta —nutrióloga y psicoterapeuta— que abarca historia dietética, estudios de laboratorio, entrevista clínica y exploración subjetiva de los síntomas. A partir de allí diseñamos un plan alimentario personalizado que privilegia alimentos frescos, de índice glucémico moderado y fuentes vegetales de vitaminas y minerales, utilizando suplementación solo cuando el déficit está comprobado. Paralelamente, el espacio psicoterapéutico semanal se dedica a elaborar fantasías, frustraciones y creencias que perpetúan los ciclos de impulsividad o la autoexigencia extrema. Reuniones periódicas del equipo permiten hacer ajustes finos: si la atención mejora pero la ansiedad alimentaria repunta, afinamos por el lado emocional; si la persona verbaliza mejor su malestar, reforzamos estrategias nutricionales que le ayuden a sostener esa nueva estabilidad interna. La familia, cuando está presente, recibe orientación para apoyar con pautas concretas: cómo manejar las expectativas académicas, cómo evitar dinámicas que intensifican la distracción o la confrontación.

Este acompañamiento integral también se traduce en acciones concretas para el día a día. Recomendamos, por ejemplo, iniciar la jornada con un desayuno proteico —huevo, yogur griego, avena con frutos secos— antes de actividades que exijan concentración; “llenar de colores” el plato para cubrir el espectro vitamínico; leer etiquetas y limitar aditivos como la tartrazina o el glutamato en los refrigerios escolares; escribir un diario sencillo donde se registre qué se come y cómo varía la energía o la atención a lo largo de las horas; y, finalmente, reservar pequeños momentos de silencio sin pantallas que permitan sentir el cuerpo antes de responder a cualquier impulso. Cuando estas prácticas se incorporan a la rutina, el paciente empieza a percibir cambios significativos: mayor claridad mental, menos irritabilidad, un juicio más pausado antes de actuar y, quizá lo más importante, el surgimiento de una relación más amable consigo mismo.

Visto así, el TDAH deja de ser un territorio exclusivo de neuronas o de metáforas psíquicas: es el lugar donde se encuentran biología, historia y cultura. Cuando nutrimos el cerebro con los insumos adecuados y ofrecemos palabras allí donde antes sólo había movimiento, los síntomas se hacen más manejables y la identidad se construye desde la posibilidad, no desde la carencia. En Nutrimental apostamos por esa alianza entre el cuidado del cuerpo y la escucha de la mente. Si este enfoque resuena contigo o con alguien a quien acompañes, estamos listos para recorrer juntos el camino hacia una vida más equilibrada y plena.

ree

Comments


bottom of page